La bahía de Inhambane estaba conectada a las redes comerciales del índico, siendo uno de los lugares donde diferentes pueblos y religiones interaccionaban con la costa del continente africano. Uno de los efectos de estos intercambios fue la introducción del coqueiro asiático en la bahía, que pasó a ser hasta día de hoy uno de los principales recursos económicos. Más tarde los portugueses se convirtieron en un actor de relieve en la bahía. Ya en el inicio del siglo XX, balleneros noruegos establecieron una fábrica en la bahía, aunque no tuvo mucha continuidad. Por lo tanto, la presente identidad bitonga debe ser entendida en este contexto cosmopolita de apertura al océano. Un océano que es lugar de tráfico y de encuentro más que de barrera.