La Organización de las Naciones Unidas (ONU) es el mayor organismo internacional y emplea, según sus propios datos, a más de 44.000 miembros fijos en todo el mundo. La organización es muy atractiva por que los llamados puestos ‘profesionales y de alto nivel’ tienen numerosos privilegios añadidos.Sin embargo, el camino para conseguir una de esas seductoras posiciones es largo, especialmente para personas jóvenes que compiten dentro de diferentes programas de captación de talento, como son el programa JPO (Junior Professional Officer), el programa UNV (UNited Nations Volunteer), el examen YPP (Young Professional Programme) o los contratos como temporales como consultores. Por ello, en su afán por llegar a posiciones más altas se exponen a la precariedad derivada de empleos de corta duración, inestabilidad económica y a veces competencia injusta. En las distintas fases de su carrera orientada hacia las posiciones de funcionariado internacional, no solo deben demostrar su adaptabilidad a diferentes arenas, si no que deben además permanecer dentro de los diferentes regímenes de movilidad (Glick Schiller & Salazar, 2012).Este trabajo reflexiona críticamente sobre las prácticas de contratación de las Naciones Unidas. Basándonos en dos casos de estudio etnográfico, uno en el contexto de las sedes centrales como punto de partida, el otro enfocado en las oficinas de terreno, este estudio analiza las posibilidades y predisposiciones de los agentes y cómo utilizan sus capitales (Bourdieu, 1986, 1984), con el fin de establecerse como funcionarios internacionales. Estos planteamientos tienen como objeto investigar el acceso a esta organización internacional.

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