Cada vez más, las ofertas turísticas vinculadas con el turismo cultural están siendo orientadas para proporcionar al visitante experiencias de disfrute y que proporcionen un bagaje más allá de lo material. Lejos de los productos más estándar y masificados que acostumbran a situarse en los alrededores del turismo de sol y playa, se busca generar un producto turístico único, auténtico y experiencial. Dentro de este marco, y más allá aún de las mismas, el turismo de base enogastronómica está buscando la forma de incorporar elementos sensoriales a los viajes que completen las vivencias turísticas. En este sentido, el mundo de la gastronomía y el vino llegan sin dificultades (y de manera evidente) a sentidos como el gusto o el olfato, pero también potencian otros como la vista, e incluso el sonido o el tacto.En la presente comunicación intentaremos explorar estas tendencias, que buscan proporcionar al visitante vivencias que no solamente hagan el viaje inolvodable, sino que permitan llegar a aspectos tales como la fidelización de las clientelas (tanto a lugares como a productos e incluso marcas), los nexos con la cultura de un territorio, o una comprensión más completa e intensa de la experiencia turística.

(*)El autor o autora no ha asociado ningún archivo a este artículo