Mi madre, el Alzheimer, la frustración, el cocinero y su amante
Hace poco más de dos años, mi madre fue diagnostica de Alzheimer. En la actualidad vive atendida en su casa, mientras mi hermana y yo, únicas responsables de las decisiones sobre el tipo de cuidados que requiere la situación, lo hacemos lo mejor que podemos, y actuamos desde la absoluta ignorancia e inseguridad, como tantas personas en el mundo en situaciones similares. Cuando la visito en la localidad en la que reside, me quedo con ella en casa, y entonces un tsunami emocional me envuelve todo el tiempo. Mi madre se aferra a mí en un acto de supervivencia, y es comprensible, ¿no?, porque soy su hija y eso es que lo que debería hacer. Y mi tiempo junto a ella se ha convertido es toda una experiencia no deseada que he querido transformar en auto-etnografía sobre una parte nueva de su identidad y de la mía propia que no conocía y que, francamente, desearía no haber tenido que conocer nunca. Un viaje por la frustración continua y la ira, la rabia y la culpabilidad, el rechazo desnaturalizado y el choque con la extrañeza. Esta comunicación es una canalización antropológica algo irreverente y en formato semi-artístico, que atraviesa por todas esas incertidumbres que anulan cualquier expectativa ante semejante vivencia, y que aspira a encontrar cierta calma y sobre todo, el entendimiento que toda mirada antropológica que se precie necesita. Una suerte de recuperación de mi -yo antropóloga-, que ha sido anulado por mi -yo hija de una mujer con Alzheimer-.
(*)El autor o autora no ha asociado ningún archivo a este artículo