Este trabajo analiza la relación entre la precarización de la vida cotidiana y el incremento de la inseguridad alimentaria en España durante las sucesivas crisis económica y sanitaria. En particular, examina las prácticas alimentarias de uno de los colectivos más vulnerables en relación a la salud/enfermedad: las personas mayores que durante este periodo han visto empeorar su bienestar social, físico y emocional al no poder acceder de forma regular y/o autónomamente a recursos básicos, como la alimentación.   La precarización ha supuesto un aumento significativo de la desigualdad social, la cual que se refleja en los itinerarios alimentarios y asistenciales. Las personas con menos recursos han sido uno de los grupos que más ayuda ha necesitado ante los efectos del confinamiento y la desescalada en su movilidad y redes informales de apoyo. En algunos casos, el aislamiento y la incertidumbre se han acrecentado tanto por problemas de autoabastecimiento, como por el colapso de los servicios asistenciales y de los programas ante las nuevas necesidades. El estudio muestra algunos cambios significativos en la dimensiones temporales, estructurales y sociales de las jornadas alimentarias, así como también en la naturaleza y tipología de las redes sociales de apoyo. El texto discute la necesidad de conocer mejor qué factores afectan a los itinerarios alimentarios en contextos adversos y construir, así, las políticas que promuevan el fortalecimiento de los vínculos relacionales y afectivos y el ejercicio de los derechos humanos básicos.