En 2018 se celebraban en las comarcas de las Terres de l’Ebre 439 bous –fiestas taurinas participativas– en un total de 207 días. Este auge contrasta con la práctica desaparición de este tipo de festejos en el resto de Catalunya y expresa la respuesta de la gente de comarcas largamente postergadas, al acoso legal, político y mediático de que son objeto sus tradiciones, incompatibles con la imagen que se promociona oficialmente de lo que es y debe ser la cultura popular nacional catalana.Pero la defensa casi unánime de esta parte del territorio de uno de los elementos de su identidad no puede desvincularse del menosprecio y la marginación de que lleva décadas siendo víctima. Esta cuestión invita a pensar a propósito de cómo la producción institucional de patrimonio inmaterial está determinada por objetivos políticos y requerimientos mercantiles en materia de autenticidad cultural, pero puede generar dinámicas de resistencia que ponen de manifiesto cómo el patrimonio puede convertirse también en un campo de lucha entre intereses e identidades en conflicto.