En la actualidad asistimos a una creciente actividad postsecularista en el espacio público, siendo las distintas sesiones de Yoga y meditaciones unas prácticas muy habituales en los parques de la ciudad de Madrid durante los meses de “buen” tiempo. Estas actividades podrían situarse dentro de la variada y diversa amalgama de prácticas, saberes y creencias que con frecuencia -y no sin problemas- se vincula y relaciona con la new age o Nueva Era. Aunque estamos hablando de una religiosidad eminentemente postsecularista, los participantes prefieren hablar en términos de espiritualidad. No en vano profesan un modo diferente -y más o menos distintivo- de entender y vivir su relación con lo trascendental, centrándose de manera muy marcada en la persona -individual- y su bienestar (físico, emocional y espiritual). Este modelo personalista, en ausencia de una centralidad organizacional, supone que las distintas sesiones puedan ser muy diferentes entre sí y que dependan de intereses, objetivos e incluso peculiaridades personales. No obstante, sí es posible establecer ciertas confluencias comunes y distintivas respecto a otras expresiones religiosas. Estas sesiones no pretender hacer del espacio público un lugar -pretendidamente- político, y se centran en el bienestar personal. Además, lo hacen de manera habitual y continuada (no excepcional), por lo que yendo un paso más en la postsecularización, convierten a las zonas verdes en espacios propios para su culto cotidiano. Un espacio reencantado que, junto a la sociabilidad y a la propia práctica, intervendría de manera directa en la salud y el bienestar de los participantes.  

(*)El autor o autora no ha asociado ningún archivo a este artículo