Centros de justicia juvenil o cómo aprender a ser un “joven delincuente”
Esta comunicación trata de elucidar los mecanismo institucionales a través de los cuales los calificados y clasificados como “jóvenes delincuentes” terminan, en muchos casos, significándose y comportándose a partir de las marcas degradantes que acompañan dicha categoría. A partir de una etnografía realizada en diversos Centros Educativos de Justicia Juvenil españoles, prestaremos atención a los esquemas interpretativos que la institución proporciona a sus profesionales sobre la naturaleza del “menor infractor”, esto es, el conjunto de supuestos previos y expectativas oficiales –de corte político, jurídico, social y pedagógico– desplegados sobre los así etiquetados. Se trata de exhumar los esquemas de percepción y acción a través de los cuales, por un lado, los jóvenes son concebidos como sujetos carentes de un yo viable; y por otro, legitiman y naturalizan las dinámicas de inferiorización a la que es sometida esta categoría. Analizaremos cómo el conjunto de esas dinámicas existen en el plano de la vida ordinaria de una institución correccional, cómo los internos ejecutan las instrucciones que les compelen a encarnar de manera adecuada el papel que el sistema reeducativo-penal les encomienda. No basta con que el “joven delincuente” lo sea, sino que es fundamental que crea que lo es en base a parecerlo. En otras palabras, que reproduzca los ademanes y rictus corporales, las glosas verbales, las reacciones ante cualquier estímulo, las iniciativas desobedientes, las pequeñas insolencias… Aquello que hace y dice, siempre a la altura de lo que se espera de él y que él no puede, en modo alguno, decepcionar.
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