De entre todos los habitantes de los diferentes cielos que conforman el universo de los indígenas maipure-arawak, con quien más contactos tienen los habitantes de Santa María de Mavacal -una comunidad multiétnica en la cuenca del Orinoco del Noroeste Amazónico venezolano- es con los máwari, gente que vive en el mundo subacuático y con quienes los maipure-arawak se equiparan. El máwari normalmente no se ve, pero su presencia se siente como dolor, fiebre, tristeza o excitación. Cuando sí se deja ver, lo hace adoptando un cuerpo humano que a primera vista en nada se distingue de los cuerpos maipu re-arawak: un familiar, amigo o vecino, casi siempre un cuerpo conocido y cercano. El máwari sabe hacerse pasar por otro, porovocndo la desconfianza en el sentido de la vista, haciendo imposible que su identidad pueda ser revelada a través de la mirada. Venidos de un mundo invisible situado debajo de los ríos, cuando van al encuentro de las personas maipure-arawak, los máwari siguen manteniéndose en la invisibilidad adoptando una apariencia semejante a la humana. Son los impostores por excelencia. Esta invisibilidad del máwari, causada por la imposibilida de ser distinguido a priori de la gente propiamente dicha, hace que la mirada no sea un instrumento de fiar a la hora de establecer la identidad del otro.

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