Ángel Sevilla, mi bisabuelo, fue carpintero, albañil, comerciante de ropa usada y especialmente carterista. Robó principalmente en buses de Quito desde la década del 30 al 70 del siglo XX y una de sus víctimas fue el cinco veces Presidente del Ecuador José María Velasco Ibarra. A los carterista se los llama también pungas. Un punga trabaja principalmente en buses urbanos, se coloca una chaqueta en su brazo izquierdo y disimuladamente pasa su mano derecha bajo la chaqueta hasta llegar al bolsillo de su víctima. En esta investigación interpreto la memoria que gira alrededor de la vida de Ángel de forma textual y audiovisual. Desanudo este entramado complejo de memorias partiendo de entrevistas en audio a sus hijos, nietos y bisnietos, situándome siempre en el contexto nacional en el que vivió Ángel. Me ubico teóricamente en plena crisis de la representación y sigo a los investigadores que han puesto en duda la categoría de verdad en la antropología. Interpreto la memoria de mi familia en particular como metáfora de una realidad colectiva más compleja, usando como herramienta de investigación la realización de una documental donde reconstruyo, ordeno e interpreto los recuerdos de mi familia. En este proceso se manifiesta la subjetividad de la memoria y mi subjetividad como realizador y antropólogo al momento de crear esta nueva verdad o esta nueva ficción. Como afirma Rouch, “el cine construye su verdad: una verdad cinematográfica” (Ardévol, 1998: 11). Un recuerdo, dice Ricouer, es una imagen (Ricouer, 1999: 102), partiendo de esta afirmación reconstruyo en imágenes audiovisuales la vida de mi bisabuelo carterista. Esta investigación escrita y audiovisual se ubica en una de las discusiones centrales de la antropología visual: la problemática de la representación audiovisual al enfrentarse constantemente con la dicotomía realidad y ficción y esta ligada directamente a la dicotomía recuerdo y olvido.

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