Teniendo en cuenta las recientes contribuciones científicas que nos permiten explorar cómo lo religioso y lo secular son co-constitutivos y se entrelazan en las democracias occidentales, mi comunicación también se suma a poner en cuestión las normativas estandarizadas del secularismo, el principio de neutralidad del Estado hacia la religión, y la libertad de expresión como elemento central para la democracia. Mientras los medios de comunicación y las autoridades estatales emplean como marco la libertad de expresión con respecto a las caricaturas satíricas danesas y francesas de Mahoma o el Islam, otras expresiones quedan enmarcadas como una ofensa a los sentimientos religiosos: un cantautor (Javier Krahe) fue procesado en 2012 en relación con un cortometraje que hizo, a finales de los años 70, sobre cómo cocinar a Cristo; una antigua alumna (Rita Maestre) fue llevada a juicio este año por participar en 2011 en una protesta estudiantil en contra de una capilla ubicada en una universidad pública de Madrid; o una poeta (Dolors Miquel) que leyó un Padrenuestro en honor a la vagina en una ceremonia en Barcelona son algunos ejemplos. En concreto, y para los fines específicos de este panel, lo que me gustaría comunicar no es solo cómo los espacios públicos permiten a las minorías religiosas participar en la vida pública; sino también cómo, bajo ciertas condiciones, se espera que estos espacios sean habitados por minorías religiosas—para mostrar sentimientos de solidaridad o rechazo—que pueden resultar en situaciones comprometidas o contradictorias para ellas.