Al igual que ocurre con la literatura, la historieta, como vehículo transmisor de la realidad social circundante, se ha valido de aquellos elementos de su entorno que son reconocibles por su destinatario final, es decir, el público lector. Centrándonos en el caso que nos ocupa, hemos querido focalizar nuestra lente sobre aquellas revista de tebeos que antaño, concretamente desde finales de la década de los años cincuenta, inundaron nuestros kioscos y nos ayudaron a construir y transmitir, sin mayor aparato crítico, un imaginario iconográfico sobre la Prehistoria, en ocasiones cercano, pero en otras muy lejano.  Hablamos de ese conjunto de imágenes -claramente inmerso en la estructura social- que (re)produce y (re)activa todo un conjunto de percepciones, influencias, valores y expectativas heredado y asentado de épocas anteriores en los lectores a los que se dirige. Igualmente habrían de servir para configurar y reconfigurar una estética particular y elaborar una serie de estereotipos que se repetirían secuencialmente a lo largo del tiempo. En suma, convencionalismos culturales que se retroalimentan entre sí y que en muchos casos alcanzan nuestros días.

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