Este artículo evidencia las convergencias y divergencias en las percepciones sobre la vida en los centros de protección de menores, que se dan entre las personas que han residido en ellos, los profesionales del campo y quienes lo desconocen de primera mano. A través de un extenso trabajo de observación participante contrastado con entrevistas biográficas y otros documentos se construye el relato del día a día en estos hogares. Tomando de referencia el significado que tienen estos procesos para los protagonistas de los mismos, aquí se presenta esta institución como una microcultura rica y compleja. Las experiencias vividas por los menores que han habitado alguna vez los centros de protección se incorporan en su trayectoria vital de múltiples formas, tal como sucede con las experiencias de infancia y juventud de cualquier individuo. Sin embargo, estos procesos tan complejos y fuera de la norma pueden incidir en sus expectativas de vida adulta, transformando e influyendo sus formas de acción. Analizo cómo han sido las infancias que habitan cinco centros distintos en los últimos 30 años y cómo son recordadas en su vida adulta desde los filtros ejercidos por la memoria y las emociones. No sólo cómo estas experiencias incorporadas se incrustan en los propios individuos, sino cómo desde la generalización influyen en la percepción de la institución que la sociedad tiene, condicionando las expectativas que se generan sobre estas personas por el hecho de haber transitado una situación de desamparo. Se busca demostrar en última instancia que las infancias lo siguen siendo incluso en circunstancias que se encuentran bajo una alta carga negativa de prejuicio social.