La antropología, como el turismo, tiene sed de otredad, porque es nómada de conocimiento y de experiencia. En su génesis encontramos algo de aventura y de atrevimiento, y a veces deviene un espejo calidoscópico contra el cual nos observamos a nosotros mismos. Antropología y turismo se asemejan por su “innata” curiosidad hacia la diferencia y a lo extraordinario, y continúan asemejándose cuando hoy en día no solo reclaman distancia y exotismo, sino también un acercamiento a lo cotidiano y ordinario, a una realidad que se nos puede antojar familiar o vulgar a la vez.
Leer texto completo