La cal se comenzó a producir en Canarias con posterioridad a la Conquista. Esta materia prima se ha empleado en múltiples aplicaciones, destacando el uso en construcciones hidráulicas y en edificaciones domésticas con un repunte en la extracción a finales del siglo XIX debido a la expansión del paisaje agrícola de los monocultivos de la platanera y el tomate y al crecimiento urbano y comercial de las principales ciudades del Archipiélago. Desde mediados del siglo XX decayó la elaboración pero los hornos y el testimonio de quienes trabajaron aún permanece como vestigio patrimonial con interés sociocultural.
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