La historia de la filosofía puede servir para problematizar los presupuestos implícitos y acríticos de la filosofía occidental contemporánea, es decir, que dicha filosofía es la necesaria, definitiva, racional, etc. Pero, para ello, dicha historia debe practicarse de una manera particular, que puede encontrar inspiración en ciertas formas de investigar puestas en práctica por los antropólogos sociales y culturales. Historiadores de la filosofía como Mogens Lærke han sugerido que el acceso a los textos filosóficos del pasado se asemeja al trabajo que los antropólogos hacen cuando estudian una cultura ajena. Al abordar estos textos lejanos, de una cultura diferente, estos textos nos darían una cierta perspectiva sobre nosotros mismos, e incluso nos permitirían ver cómo algunas de esas «verdades» que consideramos «atemporales» no son más que contingencias de nuestra particular historia y estructura social. Así, frente a una historia de la filosofía centrada en la «dogmática» filosófica, el abordaje antropológico de dicha historia puede contribuir a reconstruir el sentido original de los textos del pasado, lo que presupone a su vez una tarea de reconstrucción del mundo mental y social del que depende dicho sentido. En otras palabras, presupone que la filosofía siempre existe en sociedad, situada y localizada. En fin, con la presente comunicación, pretendemos explorar cómo algunas de las herramientas metodológicas utilizadas por los antropólogos para abordar lo que otras culturas «estaban haciendo» pueden ser de utilidad para el historiador de la filosofía.