Artículo

Chemsex: masculinidad, placer y riesgo

Las demarcaciones tradicionales sobre los límites del cuerpo han conducido a tratar la cuestión corporal desde lo estrictamente “humano”. Las prácticas chemsex suponen una difusión de estas fronteras corporales, donde lo no humano —consumo de drogas— opera en la subjetivación de los sujetos. El consumo de drogas para potenciar el placer sexual esconde en su trasfondo el sentido práctico que orienta este campo —concepción masculina del sexo—. El capital placer-deseabilidad se sitúa como objetivo a alcanzar, así, los sujetos acceden al consumo de drogas para difuminar estos límites corporales y experimentar determinadas cuotas de placer. Esta cuestión se ha encerrado en categorías como "preferencias sexuales", "patología sexual", o "adicción"; sin atender a cómo opera en este fenómeno la perspectiva masculina del sexo como práctica productiva: “hay que rendir”. Para abordar esta cuestión, propongo la noción de “ensamblajes farmacopornográficos”, para dar cuenta de cómo las agencias no humanas pueden facilitar, tensionar o dificultar la adquisición de este capital erótico, afectando así a las subjetividades. El chemsex como frontera placer-peligro supone una negociación constante con el riesgo para disfrutar del goce colectivo, donde la asunción de riesgos —característica de la masculinidad— supone un rasgo crucial. Dentro de estos espacios de citación dislocada de la norma de género —prácticas homoeróticas— se abren líneas de fuga, donde es posible disfrutar desde lugares negados por la norma. Además, urge el despliegue de estrategias de cuidados corresponsables, basdadas en la reducción de riesgos, que abracen el fallo.

(*)El autor o autora no ha asociado ningún archivo a este artículo