Todos tenemos en nuestros archivos de investigación entrevistas que recordamos de manera especial, entrevistas que van más allá de su valor investigador y que nos gusta atesorar además por su intensa calidad didáctica. Esta es una de las mías, una de las que más he aprendido. La realicé en el mes de mayo de 2014 a Birhan Mekkonen, un refugiado etíope que había salido huyendo de la revolución Derg, que dejó atrás una guerra y hambrunas que mataron a más de medio millón de personas. Tras treinta años de su llegada a Estados Unidos, este refugiado, se convirtió en propietario de una cadena de pizzerías que hoy da empleo a cientos de personas. Cuando tuve el privilegio de conocerle, esperaba que me recibiera alguna secretaria o que me llevara a una elegante oficina donde poder conversar. No fue así. La convocatoria tuvo lugar en un centro comunitario de refugiados etíopes que dirigía el propio Mekknonen. Yo le estaba esperando en la calle y él aparcó su coche, me saludó cordialmente y me invitó a entrar al edificio. Desde el primer momento conecté con su simpatía y buen humor. Saludó a los voluntarios del centro y les pidió permiso para usar una habitación. Tomó una silla plegable de metal, me invitó a coger otra y me llevó a una especie de nave vacía. Allí, sin ninguna mesa de por medio, desplegamos nuestras sillas, apoyé la grabadora en el suelo y comenzamos a charlar.