El trabajo agrícola es una actividad fundamental para la subsistencia humana, por lo que, durante el contexto de la pandemia, estuvo considerada como una tarea esencial que nunca dejó de operar. En México, incluso la actividad agroindustrial reportó un crecimiento durante el año 2020 (Expansión, 2020). Sin embargo, para las y los trabajadores agrícolas, en especial, para las familias migrantes e indígenas, el contexto de la pandemia trajo consigo nuevas formas de violencia, así como el recrudecimiento de las precarias condiciones económicas y laborales que históricamente han padecido, pues a pesar de que la oferta laboral aumentó, no lo hicieron las garantías de trabajo. Por el contrario, este mercado laboral se saturó, los sueldos bajaron, y bajo el argumento de la seguridad ante los contagios por covid-19, se limitaron algunas libertades de movilidad y de esparcimiento.A partir de una investigación etnográfica, este trabajo analiza cómo los impactos de la pandemia en las condiciones laborales de las y los trabajadores agrícolas obedecen a procesos de racialización. Se enfatiza que la pandemia es un fenómeno social, con múltiples consecuencias, que está impactando y agudizando las desigualdades sociales, en especial, las profundas problemáticas que padecen las poblaciones indígenas, desigualdades que se expresan en el ámbito laboral. La pandemia ha puesto en evidencia que quienes sostienen las actividades esenciales, en su mayoría, pertenecen a grupos históricamente racializados (Harvey, 2020); la agroindustria, sector indispensable en la producción de alimentos, es también el ejemplo de un ámbito laboral sumamente precarizado, sostenido por grupos racializados.