El uso alimentario de la bellota en la gastronomía ibérica está constatado desde tiempos prerromanos. Un consumo que poco a poco fue quedando relegado a las clases populares, especialmente en el entorno pastoril, y con especial intensidad en los periodos de escasez. Este es el caso de la región que nos ocupa, Extremadura, cuya capital, Mérida, es un polo de atracción turística debido a su extraordinario conjunto monumental. Esto ha tenido como consecuencia que en los últimos 30 años la oferta gastronómica se haya incrementado y diversificado con una orientación al cliente foráneo. Para satisfacer las demandas que esto genera, platos y productos tradicionales se incorporan a las cartas de los establecimientos de restauración, y en numerosas ocasiones lo hacen tratando de adaptarse a los requerimientos de calidad asociados a cierto tipo de turismo, auspiciados bajo la idea de que lo tradicional se puede convertir en gourmet. A través del trabajo de campo se ha constatado que la incorporación de la bellota a la oferta gastronómica emeritense encuentra numerosos obstáculos asociados a sus significados culturales, junto a otros de índole más material. Sin embargo, en el ámbito de las tiendas de productos tradicionales orientadas al turismo la bellota ha experimentado en los últimos años un éxito inaudito, asociado a la idea de souvenir alimentario, donde los prejuicios existentes en la restauración parecen difuminarse. Sobre los significados culturales que rodean a estas prácticas de consumo reflexiona el presente trabajo.