EMOCIÓN Y JUSTICIA. PARA NO INCENDIARLO TODO
Según Fraser, para convertir la justicia en una virtud primordial en la práctica y no sólo en la teoría, es preciso resistir a la tendencia a personalizar las desigualdades y también “resistirnos a ignorar emociones indicativas como la ira, que tienen un gran valor diagnóstico” (Sobre la justicia). Reflexiono sobre la indignación que surge al conocer la decisión de expulsar de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo (UMSNH) a una estudiante de 5o. año de la Escuela Normal por estar visiblemente embarazada, razonada por el rector Ignacio Chávez y colegiadamente tomada por el Honorable Consejo Universitario (HCU, 7/03/1921). El contexto: en los inicios de la universidad, los jóvenes consejeros decidieron esto para “cuidar el buen nombre del establecimiento”; meses atrás, pese a la fuerte oposición social, fusionaron en una sola carrera mixta los estudios antes segregados por sexo. La expulsión se consideró en ese momento como no infamante, no trascendente, compasiva y temporal. Propongo que la legítima indignación ante eventos del pasado tiene su mejor resultado no en la cultura de la cancelación (boicoteando homenajes al célebre cardiólogo mexicano), la iconoclastia o el descrédito al trabajo deliberativo en órganos colegiados sino en el proceso por entender cómo hacer justicia al pasado para aprender en el presente. La deliberación que quedó registrada en el acta 14 es un claro ejemplo de utilidad documental para el beneficio de generaciones futuras. Los cuerpos colegiados de hoy deben seguir procedimientos transparentes y auditables, aunque sus resultados sean injustos.