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DIVERSIDAD CULTURAL Y DIGNIDAD HUMANA EN EL CHTHULUCENO

La dignidad humana ha sido cuestionada como categoría y base de los Derechos Humanos desde la antropología y los estudios de género desde su primer formalización en la Declaración de Derechos Humanos de 1948 (Engle 2001). Sin embargo, la dignidad se mantiene como categoría homogénea en el discurso político tanto de organizaciones gubernamentales y no-gubernamentales como de movimientos sociales críticos del siglo XXI (p.ej. ‘Los Indignados’). El presente trabajo cuestiona la unicidad de este concepto central en el derecho y políticas (inter-)nacionales desde la perspectiva de la diversidad cultural. Conceptos retomados de tradiciones indígenas como sumak kawsay o propuestas como la ‘bio-dignidad’ (Pele et al. 2022) – alineada con la protección de pueblos indígenas y sus derechos – implican una visión del ser humano diferente del concepto ‘clásico’. Si el ‘buen vivir’ humano no puede ser pensado desligado del ‘buen vivir’ de su entorno natural, ¿qué significa esto para una visión de la dignidad? En este sentido, Donna Haraway (2016) describe nuestra época como una en la que se hace imperiosamente necesario pensar lo humano en relaciones íntimas y múltiples con lo no-humano, nombrándola Chthuluceno (en vez de Antropoceno). Invita así a pensarnos (y pensar la dignidad) en un contexto simpoiético, marcado por el “hacer-con”, más que autopoiético. Es posible que este nuevo planteamiento permita abrir el concepto moderno y monolítico de dignidad que aún domina los debates socio-políticos y enmarca jurídicamente luchas por la diversidad cultural.