El Turismo Rural Comunitario (TRC) se ha presentado como un instrumento eficaz para
contribuir al sostenimiento de las economías campesinas e indígenas. Pero una investigación
crítica también ha identificado riesgos que pueden incrementar la vulnerabilidad de las sociedades anfitrionas. Estos análisis se han centrado en el impacto económico, sociocultural
o medioambiental. Menos interés ha generado el papel de la población local en el diseño e
implementación de las propuestas turísticas. A partir de un caso etnográfico (Valle de Manduriacos, Ecuador), el artículo se pregunta bajo qué condiciones los procesos participativos
permiten que los proyectos en TRC asuman los intereses y deseos de la población local, o
cuándo son solo un ejercicio vacío de contenido destinado a legitimar los objetivos de las
agencias financiadoras. El caso del Valle de Manduriacos descubre que los procesos participativos funcionan cuando se dan dos factores. Por un lado, como refleja la bibliografía sobre
procesos participativos, cuando la población local cuenta con capital social y estructuras
organizativas sólidas. Pero también es necesario que conozca con cierta profundidad el
funcionamiento del sector de intervención; en este caso, el sector turístico.