Mi trabajo de campo me ha permitido convivir con la expresión de amor normativa más hegemónica de nuestros tiempos; compartir tiempos y espacios con seis parejas heterosexuales que me han obligado a situarme frente a mí misma. A través de una autoetnografía, relato mis experiencias en el campo, las emociones vividas y los procesos personales experimentados en la construcción de unos relatos etnográficos que pretenden reflejar la cotidianidad de la vida en pareja en los espacios públicos; cómo suceden las negociaciones, cómo se muestran afecto o cómo se cuidan. Todo ello para mostrar cómo se configura la pareja heterosexual, qué se muestra y qué se oculta, cómo se performa el género y las emociones en los espacios y tiempos compartidos. Estos relatos dejan entrever las tensiones, los malestares y las contradicciones entre discursos y prácticas. En un contexto de hegemonía discursiva feminista que se contrapone a unas prácticas sexoafectivas (sorprendentemente) tradicionales y normativas. Consciente que me acerco a la etnografía como outsider, la escritura ha conformado mi método, el análisis de los relatos y la presentación de los resultados; obligándome así a una revisión constante. Siendo a la vez método y resultado; la escritura es una reflejo de la reflexividad que surge de mi subjetividad y la reconfigura. Un ejercicio que responde, sin duda, a mi posición generizada, a mis creencias respecto al amor y a las relaciones sexoafectivas y a las formas de poder intrínsecas en las prácticas investigativas.