Las fosas comunes abren una brecha de sentido en los usos y las narrativas sobre la muerte y la vida, enajenando a los muertos de sus lugares tradicionales de reposo y por lo tanto impidiendo a sus familiares culminar un proceso de duelo. El correcto inicio de lo que podemos llamar vida postmortem de cualquier persona pasa por un alejamiento físico del lugar de defunción y un entierro en un lugar conocido. Este primer movimiento, fundamental para dar comienzo al duelo, no se cumple en el caso de las fosas comunes puesto que. incluso si es trasladado para ocultarlo. se hace de modo clandestino y al margen de los seres queridos del asesinado. El cadáver es abandonado y confundido entre Otras temáticas cuerpos. Este proceso determina la aparición de un cierto tipo de heterotopías que propongo llamar heterotopías ausentes o de la desaparición forzada, que surgirían como consecuencia de la imposibilidad de hallar el lugar físico donde se encuentran los desaparecidos por parte de las distintas personas implicadas en la búsqueda de sus cuerpos. Estas fosas de localización desconocida tendrían una existencia narrativa a través de sueños, visiones o rumores que van construyendo una cartografía imaginaria de los territorios de la desaparición que suele estar mediada por objetos donde se deposita la memoria, generando acciones políticas, simbólicas y emocionales en territorios de sustitución de una forma metonímica y/o metafórica.