Una de las características históricas del ciudadano occidental es la de ceder los elementos constructores que dan forma a la civilización en la que se desarrolla. Principios que tienen su origen en la naturaleza humana y que evolucionan hasta alcanzar y superar las instituciones democráticas del Estado de Derecho a las que dio forma. Hecho que propicia el surgimiento de un tipo de Estado minotauro que crea un nuevo tipo de ciudadano, el hombre digital, que es un recurso que debe ser protegido por su utilidad y que desarrolla la idea de un hombre que no existe antes de nacer y que puede ser moldeado por el aparato legislativo. Es bajo esta percepción, que el hombre, buscando su felicidad desde un aspecto sensible renuncia a su libertad a cambio de una seguridad individual en la que trata de alcanzar sus propios objetivos sin importar los comunes, de los que se encarga, en su nombre, una institución superior. Y que, fruto de su propia evolución, puede llegar a neutralizar lo humano de la naturaleza humana. En esta comunicación se reflexiona sobre como el concepto de individuo evoluciona hasta adueñarse del concepto de persona en la era digital. En el que lo propio elimina lo común para atomizar la realidad y transformar y limitar las relaciones a simples intereses particulares en el que desaparecen las comunidades identitarias minoritarias.