La gestión y organización de los sistemas punitivos no es territorio exclusivo de la criminología, sino que ha sido ampliamente estudiada en disciplinas como la antropología y la sociología. Recientes teorizaciones –véanse Wacquant, De Giorgi, Garland– hablan de lo que se ha dado a llamar “giro punitivo”: el paso, neoliberalismo mediante, de un Estado social a un Estado penal, el paso de un paradigma “penal-welfarista” y su modelo rehabilitador a un esquema netamente punitivo. Nuestra idea, que tiene a Erving Goffman y a Michel Foucault como puntos nodales, es que esta mutación emergente se corresponde con un tipo de racionalidad práctica que supone una nueva manera de ordenar el cuerpo dentro de las “instituciones totales”, pues como sostuvo el autor francés en Vigilar y Castigar, es necesario “situar los sistemas punitivos en cierta “economía política” del cuerpo: incluso si no apelan a castigos violentos o sangrientos, incluso cuando utilizan los métodos “suaves” que encierran o corrigen, siempre del cuerpo de lo que se trata –del cuerpo y de sus fuerzas, de su utilidad y de su docilidad, de su distribución y de su sumisión” (2012:34). En esta comunicación pretendemos presentar un análisis exploratorio de la situación de los presos en el Centro Penitenciario Madrid III (Valdemoro), en la que Aaron Zau Nkosi hará una instancia como parte del desarrollo de una beca de colaboración. Nuestra intención es usar como técnica vehiculadora la idea de los itinerarios corporales propuesta por Mari Luz Esteban (2003).