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MONSTRUOS DOMESTICADOS: DEL YONQUI AL DROGODEPENDIENTE.

La figura del drogadicto adquirió relevancia social en España a partir de la década de los ochenta. La explosión que supuso la aparición de la heroína constituyó el inicio de la identificación drogas-delincuencia-enfermedad. El yonqui de los ochenta se convierte en un monstruo que produce miedo y rechazo a partes iguales. Éste, asume rápidamente la imagen con la que es identificado y se comporta de acuerdo a los rasgos que se han atribuido a su supuesta identidad. Asimismo, su imagen deteriorada se utilizó para consolidar y ampliar el consenso social en torno a los valores hegemónicos en un momento de profundas crisis socioeconómicas y culturales (Romaní, 2010). Asimismo, se le responsabiliza subsidiariamente de todo tipo de desgracias (la delincuencia o la transmisión de enfermedades como el VIH-SIDA por ejemplo). A medida que se instauran diferentes medidas biopolíticas frente a la drogodependencia el yonqui será ubicado en el imaginario colectivo en una nueva categoría social. Su figura deja de provocar miedo para ser únicamente menospreciado, invalidado socialmente y cumplir una función ejemplarizante en lo negativo. El drogodependiente marginal contemporáneo ha perdido visibilidad en el espacio público, y centralidad mediática y política. Ha sido desplazado definitivamente a los recursos médico-asistenciales. Esta comunicación parte del trabajo etnográfico realizado en una Comunidad Terapéutica de drogodependientes para reflexionar en torno a la función que realizan los diferentes dispositivos médico-asistenciales actuales en la asignación de este tipo de procesos sociales. 

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