El urbanismo táctico es un programa de acciones destinado a acabar con la primacía del automóvil en las ciudades y promover una vida social más amable en las calles. Puede considerarse como la última expresión de una concepción del espacio público como escenario virtuoso en que se realizan los valores abstractos del civismo y la ciudadanía, ahora vinculados a la sostenibilidad y equilibrio medioambiental. La comunicación atiende cómo en Barcelona –al igual que en otras urbes europeas y americanas– estos cambios en el ordenamiento de la trama urbana se ejecutaron en la primavera de 2020 como medidas contra la pandemia de COVID19, orientadas a favorecer la distancia social y redistribuir el tráfico de personas y vehículos. Las circunstancias excepcionales que justificaron las actuaciones permitieron imponerlas sin participación ciudadana ni debate público. Inicialmente presentadas como medidas de urgencia para afrontar la crisis, estas modificaciones han acabado implantándose de forma duradera como un nuevo paradigma de desplazamiento urbano, a la que a su dimensión operativa se le ha añadido un fuerte contenido tan ético como estético. Se trata de llamar la atención sobre los argumentos que hicieron que una catástrofe sanitaria sirviera como detonante y coartada para una pretendida revolución en la percepción y el uso de los paisajes cotidianos, como si del desastre vivido pudieran extraerse lecciones morales positivas que había que aprovechar.