A raíz de la crisis pandémica se han evidenciado múltiples brechas en el mosaico de organización de cuidados. (Soronellas y Comas-D’Argemir, 2017) Todo ello nos genera un primer marco que nos plantea nuevos interrogantes. Hemos visto que somos una sociedad cuidadora; pero también se ha evidenciado que a nivel no profesionalizado nos enseñan a cuidar de una única manera. No haber cuidado, o poder llegar a admitir a nuestro entorno o a nosotras mismas lo que estos cuidados han supuesto para nuestra salud mental, sigue siendo hoy en día un debate en el cual debemos profundizar. Acercarnos por tanto no solo a repensar y resignificar la salud mental, sino también: ¿Por qué hemos equiparado cuidar con amar? ¿si no hemos cuidado o los cuidados “nos han pesado” hemos amado menos? ¿cuidar como responsabilidad dada, adquirida o elegida? ¿cómo y de qué manera vemos que sigue vinculada la idea de cuidados desde el sacrificio? ¿cómo afectan todos estos parámetros cuando los pensamos desde lo familiar y lo comunitario? Quizá es el momento en el que podamos construir o pensar sobre nuevos sistemas de cuidados, que no impliquen sólo padecimiento o dejar de lado nuestra salud mental para ejercerlos. Poner en diálogo a las instituciones sociales y culturales (familia, comunidad o pares, escuela y estado-mercado) desde Otras temáticas lugares. (Lahire,2007) Quizá, ¿acercarnos a aprender a cuidar diferente?

(*)El autor o autora no ha asociado ningún archivo a este artículo