La pandemia de la Covid-19 ha hecho emerger muchas de las desigualdades que cruzan nuestras sociedades. Atendiendo a cómo se han articulado los cuidados a colectivos considerados dependientes, como personas con diversidad funcional o personas mayores, podemos ver cómo los imaginarios edadistas y capacitistas han marcado el diseño de espacios y servicios, así como las prácticas profesionales de atención y cuidado. Analizar este proceso es el objetivo de nuestro proyecto “INVI – Infraestructuras para una vida independiente: una investigación participativa para repensar la vivienda, los cuidados y la comunidad en tiempos de pandemia” (Premios de Investigación Científica en Retos Urbanos en la Ciudad de Barcelona 2020). Partiendo de la investigación etnográfica en tres espacio de promoción de la vida independiente dirigidos a tres colectivos en situación de dependencia, proponemos cinco claves para generar un diálogo entre el campo del envejecimiento y el de la discapacidad: la importancia del diseño del espacio; la problematización de las categorías de in/dependencia; la concepción de la autonomía como el producto de un entramado socio-técnico; la inclusión de las tecnologías como un agente de cuidado; y la necesidad de aplicar una perspectiva interseccional que permita identificar las desigualdades latentes en la organización social de los cuidados. Este planteamiento permite desplazar el foco y plantear, más allá de la pandemia, que la cuestión no es tanto el cómo mantener la vida ante el riesgo de muerte, sino qué vida merece la pena ser vivida.