La crisis de la pandemia y la suspensión de la mayoría de las actividades sociales, ha provocado una involución en los peores de los casos y una reorganización en los mejores de los casos de las instituciones sociales y de sus procesos de difusión.  En el caso de la religión, tema que queremos tratar en esta ponencia, se ha observado que hubo cambios importantes durante esta época, relativos a los espacios y a las prácticas religiosas y una reorganización hacia la virtualidad con ausencia de los cuerpos. Sin embargo, las prácticas religiosas nunca llegaron a suspenderse del todo y para revitalizarlas y llegar a una difusión más capilar se adoptaron formas de participación a través de las redes sociales. Es cierto que las redes sociales hace ya tiempo que forman parte del fenómeno religioso, pero solían utilizarse para procesos de reivindicación de aspectos religiosos, mientras que la práctica del culto y del rezo solía realizarse a través del encuentro de los cuerpos. Nos referimos sobre todo al ámbito europeo y andaluz en concreto, ya que somos conscientes que en América, tanto del norte como del sur, la organización del culto a través de las redes sociales tiene ya una amplia trayectoria. Con las restricciones debidas a la pandemia, la misma práctica del culto ha sido replanteada en forma virtual a través de las redes sociales: esto ha permitido una mayor difusión del culto y una diversa estructuración del mismo acto.