Si esto ha sido por culpa de Clifford Marcus tenemos que hablar. Match entre etnografías feministas y colaborativas
Si Clifford y Marcus no hubieran escrito que la etnografía feminista “no ha producido formas no convencionales de escritura ni una reflexión desarrollada sobre la textualidad etnográfica como tal" (1987: 20), Macias-Lee et al. (1989) no habrían respondido que claro que las conocían, pero prefirieron escribir sobre ellas en lugar de invitarlas a escribir por sí mismas; o Behar y Gordon (1995) y Olson y Hirsh (1995) no se habrían encargado de editar respuestas con mujeres que escribían cultura. Pero es que de nuevo Holmes y Marcus (2005) escribieron que “debemos reaprender nuestro método a partir de nuestros sujetos como socios epistémicos” y al tiempo que iniciaban la etnografía colaborativa, borraban del mapa del poder etnográfico las aportaciones de etnógrafas feministas junto a compañeras, como Stacey (1988) que planteaba la necesidad de establecer relaciones horizontales y desenmascarar potenciales y profundas formas de explotación o desvelando las relaciones de poder entre investigadoras e investigadas incluso con compromiso feminista (Abu-Lughod 1990).Estamos haciendo etnografías altamente comprometidas con nuestras comunidades, nutridas de otras disciplinas y saberes extradisciplinarios, encarnadas, situadas y con intencionalidad política (Haraway 1995; Restrepo 2016) pero sin compartirnos mutuamente los modos de hacer etnográficos.Propongo entonces aflorar los desafíos pendientes entre ambas metodologías, imaginar un mundo de reconocimientos mutuos, estar dispuesto/a arrojarnos de nuestra propuesta metodológica para abrazar la otra, porque al fin y al cabo, compartimos la vulnerabilidad que todos somos “el otro/la otra” dentro de la etnografía canónica