En las últimas décadas se han destacado diversas e importantes transformaciones que afectan la espacialidad urbana marginal latinoamericana. Uno de los cambios más sensibles se encuentra en las nuevas condiciones de violencia y criminalidad, que afecta de múltiples formas la apropiación y habitabilidad del espacio. Frente a estas condiciones caracterizadas por la desprotección de la seguridad pública y exclusiones de mercado, los vecinos desarrollan múltiples estrategias para eludir agresiones criminales.En esta ponencia, a partir de una investigación etnográfica en un barrio marginal del centro de la Ciudad de México, analizó la lógica y límites de un recurso particular movilizado recurrentemente para hacer frente a agresiones criminales. Me refiero a la fuerza, a respuestas violentas como formas de encarar violencias.Me interesa, por una parte, poner en cuestión imágenes comunes y estigmatizadoras de estas violencias defensivas como reacciones viscerales y desbocadas; que incontrolablemente desatan espirales de violencia ascendente. Por el contrario, muestro que las violencias defensivas se movilizan de maneras específicas y calculadas. A partir de ellas, no sólo se logra detener alguna agresión particular, sino establecer ciertos órdenes espaciales, fragmentarios y precarios de protección, que se erigen a partir de la reputación. Pero, por otra parte, me interesa destacar los límites de este recurso. Si bien permite hacer frente a criminales menores, dados los marcos prácticos y morales que condicionan su despliegue, resulta impotente para contener las acciones de grupos criminales con grandes potenciales de fuerza, que asolan y vulneran el vecindario en la actualidad.

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