La migración senegalesa en Argentina lleva más de 20 años, en los que la ciudad de La Plata (capital de la provincia de Buenos Aires) se convirtió en uno de sus principales destinos, albergando a una población de 200 migrantes insertos en el comercio popular, fundamentalmente en la venta ambulante. Los espacios urbanos céntricos que concentran esta actividad se convirtieron en un territorio de disputas por el derecho a migrar y trabajar frente a la política de la hostilidad, esa forma de violencia institucional del campo migratorio. Enfatizando el carácter estructurante que tiene la moral islámica sufí en el hecho migratorio-laboral senegalés, esta comunicación analiza antropológicamente las formas de resistencia de estos/as migrantes durante el año 2020 en La Plata, para superar las restricciones y topofobias impuestas a partir del aislamiento obligatorio dispuesto por el gobierno nacional para contener la pandemia de Covid-19. En un contexto local atravesado por diferentes desigualdades, el imperativo “quedate en casa” se volvió insostenible para quienes la posibilidad de generar ingresos que satisfacen sus necesidades se encuentra en las calles. Es así como los/as senegaleses/as en La Plata retornaron paulatinamente a estos espacios para vender, desencadenando diferentes mecanismos de control estatal sobre sus prácticas (detenciones arbitrarias, operaciones judiciales y campañas mediáticas). Estos fueron resistidos a partir de diversas estrategias del capital islámico sufí de los/as migrantes, como la ceremonia local del Magal de Touba, una respuesta mediante la cual se manifestaron públicamente en las calles platenses desplegando sentidos que desafíen el orden impuesto.