Los habitantes de la Zona conurbada del Valle de México se encuentran inmersos en un fenómeno sistemático que se reproduce en todos niveles llamado violencia crónica, este, afecta la vida cotidiana de las personas a nivel físico, social y político. Esto, es parte de una dinámica estructural que trastoca experiencias como la percepción de inseguridad y reaviva miedos. Bajo estas condiciones las estrategias y tácticas de sobrevivencia se vuelven cada más comunes provocando emociones de soledad, aislamiento, enojo, ira que reflejan lo inminente una ausencia de Estado y legalidad.Esta ausencia es tierra fértil para diferentes actores que poco a poco han desplegado sus mecanismos de poder ante el ab andono y degradación de los espacios públicos, estimu lando la justicia directa e informa l que se da espacio a la ilegalidad. Esta constante deja de lado los derechos humanos creando un espacio de latente experiencia de inseguridad entre la población ante la percepción de un Estado y mecanismos de seguridad cada vez más debilitados.De ahí que la experiencia de inseguridad y de victimización ante el despliegue de grupos criminales que normalizan esta insuficiencia estatal. Por ello, la inseguridad constituye hoy una normalidad perversa que encamina hacia una nueva normalidad de cual es necesario reflexionar y en consecuencia diseñar acciones y mecanismos para priorizar así las respuestas que aborden este dilema