Desde hace tiempo múltiples iniciativas de investigación social se encuentran atravesadas por la inquietud de rastrear otras formas de producir conocimientos, y en concreto, numerosos trabajos desde las etnografías colaborativas y feministas comparten el objetivo de producir y visibilizar otros maneras de habitar la investigación. Desde nuestra experiencia de investigación de los últimos cinco años junto al colectivo Stop Desahucios Granada- 15M, nos proponemos en esta comunicación, a partir de las metodologías posabismales (Santos 2019) y sentipensantes (Fals Borda 1986), centrarnos en lo que consideramos posibles convergencias de las etnografías colaborativas y feministas: 1) partir de investigaciones encarnadas cuya centralidad radica en “dejarse afectar”. 2) Desplegar investigaciones que “cuidan”, 3) inscribirse en la responsabilidad ético- política y 4) minimizar las relaciones de poder en la construcción de conocimiento. Así, como en las posibles divergencias, entre las que destacamos la centralidad que se le otorga a la reflexividad situada, responsable o emocional (Pérez Bustos y Márquez 2016). Por una parte, con demasiada frecuencia, la etnografía feminista coloca esta reflexividad en el centro del debate epistemológico; y sin embargo, en nuestra concepción de la etnografía colaborativa, esta reflexividad es entendida como un punto de partida (que no de llegada) (Hale, 2008) para poder construir conocimiento desde el común y apostar por un proceso de co-labor.