El Negre de Banyoles: piezas para una memoria vergonzante
Entre 1991 y 2000, la población de Banyoles (Girona) experimentó un drama social sin precedentes en Europa. Una pieza sita en el Museu Darder, en concreto un cazador sudafricano expuesto en aquel museo desde la primera mitad del siglo XX, fue objeto de una campaña que tenía por fin su retirada y posterior repatriación a su lugar de origen. La campaña, protagonizada por el Dr. Arcelin, un médico de origen hatitiano, alcanzó notoriedad internacional en el contexto de los inminentes juegos olímpicos de 1992, de los que Banyoles era subsede. Ante las presiones nacionales e internacionales que denunciaban el oprobio que suponía la exhibición del llamado “Negre de Banyoles”, buena parte de los habitantes de la ciudad adoptaron formas de solidaridad corporativa y lanzaron diversas iniciativas en defensa de la permanencia de la pieza en el Darder: camisetas, pins, recogidas de firmas y, en fin, figuras carnavalescas que señalaban al Negre como un pilar del patrimonio local, como una pieza inalienable. Vistas desde la perspectiva de la actualidad, resulta difícil reivindicar la legitimidad de aquellas campañas, y el juicio moral que suscitan dentro y fuera de Banyoles, promueven un tono discreto y avergonzado, cuando no directamente un incómodo silencio o un enojo mal disimulado, entre quienes son interpelados para emitir opinión al respecto.¿Cómo gestionar los productos que constituyen un anti-patrimonio, una colección espuria que nadie reivindica? ¿Qué hacer con las piezas que conforman una memoria inflamable, políticamente incorrecta, que (casi) todo el mundo parece estar de acuerdo en olvidar?