Las transformaciones sociales que ha provocado la respuesta a la pandemia de la COVID-19 están afectando, necesariamente, a las investigaciones en ciencias sociales. La normalización de la distancia social, el miedo al contagio y los efectos socioeconómicos de la crisis están creando unas condiciones nuevas en las que participar en una investigación es un potencial riesgo. La cuestión de cómo establecer y mantener relaciones en el campo, que viene siendo problematizada desde hace décadas desde las epistemologías y metodologías feministas de investigación social, se ha vuelto especialmente compleja desde un punto de vista ético. En esta comunicación, analizaré las posibles maneras de negociar estas dificultades y dilemas a partir de mi experiencia en tres investigaciones distintas, pero que tienen en común la temática del cuidado. Señalaré la forma en que las diferencias metodológicas y contextuales entre dichas investigaciones (plazos de investigación, conocimiento previo del campo, vinculación con proyectos previos y las características de estos...) facilitan o dificultan el objetivo de construir “relaciones de cuidado” en el campo: relaciones no extractivistas, horizontales, en las que la consideración por las necesidades de las personas participantes no se vea desplazada por los objetivos de la investigación.