Toque de queda: Espacios, fronteras y conflictos emergentes
Estado de alarma, emergencia, distancia social, confinamiento... Si alguna cosa nos revela el vocabulario de la gestión gubernamental de la pandemia es una militarización de la emergencia sociosanitaria. A falta de recursos materiales y sanitarios para proteger y curar adecuadamente a la población, se ha optado por la movilización y el disciplinamiento total de los cuerpos, el confinamiento y la subyugación de las relaciones sociales. El estado de alarma se ha espacializado entre de otras formas como toque de queda, técnica militar de vaciado de las calles, refinada en la experimentación colonial, que se basa en la mejor manejabilidad del espacio vacío, donde cualquier presencia o movilidad, vista como excepción, es sospechosa. Es más, la inflación de la retórica paramilitar repercute y se inscribe en el espacio urbano y las calles vacías de nuestras ciudades. Pero ¿qué tipo de espacios produce la gestión de la pandemia? Lo cierto es que las calles no están vacías. El confinamiento ha resultado ser una fantasía sumamente burguesa, que ha puesto en evidencia las condiciones desiguales que crea un sustrato llena de deserciones que más tarde son sujetos a castigos, entre los y las que no pueden elegir #quedarseencasa. Son precisamente estas transformaciones en las que la comunicación presente pretende indagar, centrándonos en los motivos expuestos y legitimaciones -de salubridad-, y en los motivos que impulsan las decisiones y estrategias del gobierno. ¿Qué movilidades, espacios y fronteras crea la gestión del Covid-19? Y ¿qué situaciones/antagonismos surgen de esto y cuáles son las consecuencias sociales?