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El poder y sus referentes: elementos religiosos en el discurso temprano de la Revolución cubana.

En la madrugada del 1 de enero de 1959 Fulgencio Batista, dictador en el poder desde 1952, huye de Cuba. Fidel Castro, entonces en el extremo oriental del país, ordena una huelga general y parte hacia La Habana, ciudad capital y centro de los poderes políticos y militar. Para cubrir una distancia de alrededor de 900 kilómetros, que solía tomar unas 12 horas por carretera, empleó 8 días. La “Caravana de la Libertad” entró a cada ciudad importante entre Santiago de Cuba y La Habana. Las imágenes documentales que se conservan, así como los testimonios de personas que vivieron aquellos hechos, dan fe del entusiasmo popular alrededor de los “barbudos” como “salvadores de la nación”. ¿Marcha triunfal o procesión religiosa? En cada lugar donde pasaron la noche, Fidel Castro pronunció discursos que fueron transmitidos en cadena nacional. Estas piezas de oratoria se inscriben en un discurso teleológico sobre las guerras de liberación nacional, que colocan a la “Revolución triunfante” como fin último de la historia de Cuba. La tesis central de este trabajo es que el discurso propagandístico del aparato estatal cubano que comienza a crearse el 1 de enero de 1959 hace uso, paradójicamente, de la sensibilidad, educación, valores y referentes de índole religiosos para validar su poder. La Revolución Cubana codifica sus propio Dios (Marx), su propio apóstol (José Martí), su propio profeta (Fidel Castro), sus propios mártires (los caídos en las guerras de independencia), sus propios corderos sacrificiales (burguesía, religiosos) y su propia feligresía (hombre nuevo).