Las miradas y las cosas. Regreso al “efecto Rashomon” en antropología y desde el cine
Ciertas películas han planteado problemas éticos y formales que son, en esencia, los mismos que aquellos con los que se enfrenta el etnógrafo cuando se plantea la validez, la legitimidad, la veracidad e incluso la posibilidad misma de un trabajo que se funda en el ejercicio intensivo de la observación. En efecto, hay filmes de ficción que han asumido como su asunto central el de las implicaciones morales de la mirada humana sobre la realidad -y en especial sobre la de los propios humanos- y sobre la misma viabilidad del testimonio personal a la hora de agotar o simplemente transmitir fidedignamente lo visto. Son ejemplos de ello obras de Kurosawa, Hitchcock, Powell, Godard, Wenders, Angelopoulos…, que dramatizan variables del “efecto Rashomon”; es decir de la relación siempre difícil y frustrante entre aquel quien mira y quien o lo que es mirado. Una cuestión no muy distinta de la que, en términos al tiempo epistemológicos y deontológicos, se plantea el trabajo de campo en antropología y la traducción del material obtenido en informes de investigación. Hablaremos, por tanto, de filmes que ponen en escena, como ficciones, las implicaciones del mirar y del explicarle a otros lo que se ha visto o se cree haber visto. Tomando como espejo lo narrado en esas películas, podemos preguntarnos si está justificada la pretensión que los antropólogos han mantenido de que pueden hacer inferencias generales sobre la condición humana, a partir de lo que han contemplado o afirman haber contemplado en circunstancias irrepetibles e incontrastables.