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La distopía del soltero. Reflexiones antropológicas en torno a “The Lobster”, de Yorgos Lanthimos.

Existen ilustraciones perfectas del tipo de "maldición" social que afecta a los individuos desemparejados, es decir sin nadie con quien tenga establecida una relación sexo-sentimental reconocida socialmente como formal y duradera. Un ejemplo de ello lo encontramos en “Langosta” (The Lobster, 2015), un film de Yorgos Lanthimos en cuya trama se imagina una sociedad distópica en que los solteros son representados como un segmento proscrito asediado por la policía. En la película se nos traslada a un hotel que opera a modo de institución total, un escenario segregado de la ciudad al que los solteros acuden como última alternativa vital para encontrar pareja mientras entretienen su tiempo en cacerías destinadas a atrapar a los solteros irredentos que han tenido que replegarse al bosque, donde, reducidos a la consideración de animales, deciden vivir en estado de asilvetramiento. Lo que nos interesa del drama es que parece reproducir, justamente, el esquema clásico lévistraussiano a partir del cual las personas no casadas, quienes se resisten o niegan al vínculo matrimonial, son considerados parte de la naturaleza, puesto que no han dado el paso que les convertiría en civilizados, que es el matrimonio exógamo. La dicotomía soltero/casado se equipara así a la de naturaleza/cultura. Esta comunicación invita a reflexionar acerca de ciertas representaciones cinematográficas que rodean el porvenir de las relaciones humanas y, más en concreto, de los vínculos afectivos en una sociedad que, en su faceta más pesimista, se percibe a sí misma como sufriendo las consecuencias de un irrevocable estado de soledad.