El diablo de lo urbano. El espacio detenido cuando hay delito: demonización y exorcismo
Mediante el acordonamiento policial se detiene y aísla el habitual empleo cotidiano del espacio público.
La forma taxativa en que los poderes articulan este cierre del espacio es una herramienta utilizada para aislar un espacio severamente violado y conflictivizado, un territorio en crisis.
El cierre del espacio y las posteriores maniobras de exploración que le afectarán, implicará un acto de sacralización al dotarlo de aquella condición singular que la sociología religiosa heredera de Durkheim atribuía a las cosas sagradas, es decir, de radicalmente distintas de todas las demás cosas -las cosas profanas-.
La tarea de recogida de indicios en ese espacio resaltado implicará una especie de exorcismo mediante el cual aquella porción de territorio será purificada mediante el escrutinio de su condición de espacio maldito por "aquello que allí ha pasado".
Sin embargo, el "lugar del crimen" sigue siendo a veces un espacio demonizado aunque no queden restos ni indicios. La cotidianidad será entonces quien restaurará el orden público. Será, pues, la gente, quien ahuyente a los demonios, liberándolo de su conexión con la emergencia, de la intersticialidad por la que ha asomado el innombrable y lo inconcebible de las sociedades.
Los datos utilizados pertenecen a la investigación etnográfica desarrollada en las calles de Barcelona, de Hospitalet de Llobregat y de Lloret de Mar -estas dos últimas en coches patrulla de la policía autonómica catalana-. Los resultados se analizaron como trabajo de campo de la tesis doctoral del autor, ya defendida.