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EL ATLÁNTICO, ESPACIO DE CULTURAS: UNIDAD Y DIVERSIDAD

Las islas, verdaderos ecosistemas frágiles, se han caracterizado históricamente por ser sistemas abiertos, de economía extrovertida, de exportación y a la vez de dependencia económica. No obstante, podemos afirmar que especialmente las que constituyen ecosistemas verticales de diversos pisos ecológicos, como han sido definidas por el difusionismo cultural, han constituido verdaderas  reservas culturales, de tal modo que, como se afirma, “lo que no se encuentre en el continente, búsquese en las islas”. Asimismo, las poblaciones insulares y costeras de los continentes, en sus movimientos migratorios y/o forzados de ida y vuelta y en direcciones múltiples han transportado hábitos y costumbres, creencias y valores de un espacio a otro, de las islas a los continentes y viceversa. En este sentido, el Atlántico insular constituye un verdadero espacio de culturas que, en contacto constante entre si y los continentes costeros, han sincretizado, re-territorializado, re-significado y transculturalizado elementos y sistemas culturales múltiples en diversos momentos históricos por un proceso constante de hibridación. Incluso, podemos afirmar que, en la presente fase de globalización estas características se han agudizado en el Atlántico, de tal modo que el océano ha dejado de ser un obstáculo histórico, debido entre otros factores al desarrollo de los transportes por mar y aire, haciendo de las islas avanzadas culturales respecto a otros territorios. La presente comunicación pretende mostrar ejemplos de estos procesos, poniendo de relieve la complejidad de un espacio, caracterizado por la unidad y diversidad de culturas, y la importancia de una perspectiva.