Hace décadas en que la liberalización progresiva de las políticas urbanísticas, junto a la mercantilización del suelo urbanizable más allá de las fronteras de las ciudades dieron lugar al fenómeno conocido como urban sprawl o, mejor, en términos del urbanista francés Ascher, metapolización (literalmente, urbanización metastásica del territorio). Solamente así puede entenderse que la marca Barcelona extienda sus dominios en forma de región metropolitana hasta los confines de Salou y Vilaseca, poblaciones situadas a 110 km de distancia, en el marco del macro-proyecto de Barcelona World. La voracidad del urbanismo neoliberal, creador en España de la conocida burbuja inmobiliaria, que explotó en 2008 con la crisis financiera global, sigue su lógica de buscar nuevas fronteras paisajísticas y territoriales para comprar suelo barato y, mediante intervenciones espectaculares, volver a vender con beneficios exponenciales. El altavoz mediático, la complicidad política y hábiles campañas de publicidad han ido legitimando estas operaciones especulativas. Los grandes eventos deportivos, como las Olimpiadas, han sido hasta el presente el marco de las mencionadas actuaciones, pero no los únicos. En los mismos municipios de Salou y Vilaseca, hace ahora 21 años, se inauguró un gran complejo turístico, Port Aventura, con una ocupación de 825 Ha. Algunos de los agentes inversores hicieron entonces acopio de reservas de suelo para futuras operaciones especulativas. En buena medida el proyecto BCN World es una consecuencia directa del proyecto anterior. La cuestión interesante de este caso hoy es la respuesta social, la incertidumbre instalada en los mercados, así como la nula capacidad para legitimar el nuevo proyecto.