En las últimas décadas, hemos asistido a dos fenómenos cada vez más frecuentes en el discurso académico y popular. En primer lugar, asistimos al debate sobre la finalidad y aplicabilidad de la disciplina antropológica en si misma. Así mismo, las nuevas realidades contemporáneas nos obligan a contemplar un fenómeno que nos concierne tanto a investigadores como a ciudadanos: la reiterada ola de violencia terrorista que azota el panorama mundial y que cambia las lógicas de la guerra. Es en la intersección de estas dos cuestiones donde se plantea la existencia de una antropología militar, una vertiente aplicada de la disciplina antropológica que permita incluir la sensibilidad cultural en los conflictos armados. Un mayor entendimiento de los conflictos bélicos en si mismos y de sus actores, podría dar nuevas respuestas y posibilidades de pacificación, así como reducir las bajas entre militares y población civil. Ante dicho panorama, la antropología desea aportar al aparato militar su sensibilidad a los factores religiosos, económicos, sociales y culturales, combinando los estudios en profundidad con la visión holística. La colaboración entre los antropólogos y el aparato militar no ha estado exenta de problemas y cuestiones éticas que apuntan a la misma deontología antropológica, pero que al mismo tiempo goza de reconocimiento público por sus avances en las misiones de contrainsurgencia o de mediación cultural. La ponencia propuesta orbita en torno a tres cuestiones: la aplicabilidad de la antropología fuera de la academia, su aportación a los conflictos armados y su imbricación en la deontología antropológica.

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