Los retos marcados en la investigación del cerebro para el siglo XXI apuntan hacia una interpretación nueva y pormenorizada de las actuaciones humanas. Este avance se uniría a los ya alcanzados en el siglo pasado en el orden de la genética y la biología molecular para la comprensión de las causas y la variabilidad en los procesos implicados en nuestro desenvolvimiento como individuos únicos dentro de una colectividad y un entorno. Tal posibilidad, desarrollada por las ciencias biológicas, contagia a otros campos de estudio, como la Antropología Social y Cultural. Sería el caso de los vínculos bidireccionales de atención parental y crianza que se enraízan en nuestra filogenia a través de la reproducción, se muestran a través de variados y adaptativos comportamientos, a la vez que se modulan según entornos sociales y culturales diversos y cambiantes. Respecto a este tema, la discusión se gesta desde hace tiempo y parece pertinente para la Antropología del parentesco, la Antropología del género, la Antropología física y la Biología. En el tema que se propone, la integración de las interpretaciones evolutivo-adaptativas y socio-culturales aportarían ese hilo conductor sobre el que construir cualquier aproximación, en la profunda convicción de una indisociable complementariedad durante el desarrollo de un individuo, de los múltiples componentes morfofisiológicos, neurológicos y culturales, entre otros, que lo conforman como ser social. De este modo, las probables normalidades así como sus extremos menos frecuentes, pero también las aparentes disrupciones y problemáticas que demandarían intervención clínica, sustento legal o visualización, se pueden abordar con herramientas más apropiadas, además de consolidar con bases de evidencia argumentos para su comprensión y divulgación.

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