El conflicto Sirio es el mayor desafío humanitario desde la Segunda Guerra Mundial. Los actores humanitarios se han visto sobrepasados por la falta de fondos, la polarización política y el difícil acceso a millones de personas desplazadas y asediadas. Tras un año de trabajo etnográfico en Gaziantep, sur de Turquía, analizo las prácticas diarias de un heterogéneo grupo de aid workers que trabajan en la operación humanitaria transfronteriza en el norte de Siria.Desde el principio del conflicto los actores humanitarios han distribuido ayuda de emergencia a través de la frontera turco-siria y de las líneas del frente. Sucesivas resoluciones de la ONU (2139, 2165, 2191, 2258) han creado un marco legal internacional para esta 'operación humanitaria transfronteriza’. Esta gestión remota o a distancia ya ha sido utilizada de formas variadas en Somalia, Afganistán, Sri Lanka o Sudan, produciendo prácticas que transfieren riesgos y redistribuyen las responsabilidades de los trabajadores y organizaciones internacionales a los nacionales o locales (Stoddard et al, 2006, 2009, 2010; Egeland et al, 2011; Gillard, 2013; Autesserre, 2014; Smirl, 2015; Anderson & Weigand, 2015). El desafío humanitario en Siria es aun más complejo porque no tiene el apoyo de ninguna fuerza militar pacificadora, conlleva negociaciones con varios gobiernos y grupos opositores con diferentes agendas políticas, e implica trabajar con varias legislaciones nacionales e internacionales. Además, se superponen diferentes categorías de trabajadores con prácticas distintivas dentro de un campo humanitario con desiguales dinámicas de poder.