La cuestión planteada resulta seguramente fundamental y estratégica para la legitimación de un conocimiento que tenga razonable capacidad de veracidad y provoque a un tiempo un suficiente valor añadido social y cultural para procurar el incremento de la dignidad humana en el siglo actual. Es éste un problema ciertamente teórico, pero se traducen en la práctica cotidiana. La Antropología aparece en tal horizonte como una piedra de toque necesaria por su irrenunciable pretensión científica y su singular ambición, ya que convierte al ser humano en sujeto y objeto de su labor. Sugerimos para ello su confrontación con un modelo de interaacción de tres razones esenciales en el proceso y elaboración del conocimiento: a) la científico-experimental o instrumental; b) la simbólica o referencial y c) la filosófico-ética. Confluyen en tal preocupación la necesaria veracidad que aún no goza del consenso epistemológico conveniente; el inaplazable método, aún no configurado, que enfrente la obligada interdisciplinariedad en el estudio; finalmente, una razonable comprensión holística que satisfaga tanto la inquietud humana como la mejor solución de sus necesidades y desafíos en un contexto de creciente complejidad y desarrollo tecnológico tan acelerado. Elegimos, como estudio de caso, un análisis comparativo de elementos profundamente simbólicos y permanentes en cosmovisiones cambiantes y tradiciones religiosas vigentes, como las de algunas culturas indígenas mesoamericanas y las tradiciones cristianas que imperan en la misma geografía, pensando que sus conclusiones podrían gozar, además de su indudable interés y motivación antropológica, de cierta validez general que lógicamente adquiriría por ello una mayor relevancia.

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